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PAC 142 – La trayectoria discreta de un peligro sanitario La epidemia del virus Zika

Por Clément Paule
Traducción : Roberto Hinestrosa Mejía
Passage au crible n° 142

Source: France Bleu

El 4 de marzo de 2016 un estudio publicado en la revista Cell Stem precisaba la relación establecida entre el virus del Zika y ciertos daños neurológicos, tales como el SGB (Síndrome de Guillain-Barré) caracterizado por una parálisis evolutiva. Si bien esa investigación describe la destrucción de células cerebrales por cuenta el patógeno, la responsabilidad de ese último en la sobrevenida de microcefalias – causando que el perímetro craniano de los recién nacidos sea inferior a la talla promedio, y por lo general como consecuencia daños graves e irreversibles – no ha sido todavía demostrada de manera irrefutable. Ese riesgo de malformación congénita se encuentra, sin embargo, en el centro de las inquietudes suscitadas por la epidemia que se extiende desde hace unos meses en el continente americano y en el Caribe. En ese sentido, una veintena de países y de territorios estarían confrontados a ese arbovirus (virus transmitidos por artrópodos), entre los cuales podemos mencionar a Brasil, Colombia, Guyana y Venezuela. Se estiman varios millones de contaminaciones de aquí al final de 2016, tanto así que la OMS (Organización Mundial de la Salud) declaró una ESPII (Emergencia de Salud Pública de Interés Internacional). En el plano mundial, las autoridades sanitarias corren el riesgo de verse amenazadas una vez más por una crisis de considerable envergadura, ahora mientras que el peligro del Ébola acaba de ser estabilizado en África Occidental.

Contexto histórico
Marco teórico
Análisis
Referencias

Contexto histórico
Investigaciones realizadas sobre la fiebre amarilla permitieron identificar por primera vez el flavivirus Zika en 1947 en simios encontrados en la selva tropical de Uganda. Aparentado con otros arbovirus como el dengue o el Chicunguña, ese patógeno se transmite por los mosquitos de tipo Aedes – y en particular la variedad aegypti – presentando así similitudes epidemiológicas. Cabe señalar que la infección con frecuencia es benigna: durante las décadas posteriores a su descubrimiento, solo ciertos casos fueron documentados en el continente africano – citemos a Tanzania, Nigeria o también Egipto – así como en varios países de Asia, tales como India, Tailandia e Indonesia. Esa relativa inocuidad – 80% de los afectados por el virus son asintomáticos – explica sin duda el escaso conocimiento acumulado sobre el virus, cuyo genoma no fue secuenciado sino hasta 2006.
En 2007 una mutación asiática se propagó en ciertos territorios del Pacífico, comenzando por el archipiélago Yap, que hace parte de los Estados Federados de Micronesia. En los años siguientes, esa expansión se extendió a Nueva Caledonia y a las Islas Cook. Hay que resaltar el carácter, inédito hasta ese momento, de las oleadas urbanas del virus afectando desde octubre de 2013 la Polinesia Francesa, donde 180 000 personas – es decir, dos tercios de la población – contrajeron el virus: se señalaron más de 40 casos de Síndrome de Guillain-Barré, lo equivalente a 20 veces la incidencia habitual. Además, su expansión conllevó a la propagación del virus siendo este importado en varios casos por turistas estadounidenses, japoneses y europeos. La primavera de 2016 constituyó en muchos sentidos un factor de cambio, pues una transmisión autóctona del virus Zika apareció a gran escala en Suramérica. En mayo, el primer caso de contaminación fue confirmado en Brasil, el patógeno difundiéndose así rápidamente en la medida en la que las sociedades implicadas están desprovistas de protección sanitaria contra el virus. Algunos meses más tarde, médicos del Estado de Pernambuco (región Nordeste brasileña) señalaron un número sorprendentemente grande de anomalías neurológicas y de microcefalias alertando a las autoridades sobre un posible nexo con la propagación del arbovirus. A medida que la epidemia se extiende al conjunto de los países de la región la vigilancia sanitaria se intensifica cada vez más, generando así la declaración por parte de la OMS y de una ESPII el 1ero de febrero de 2016. Por ahora, el virus ha infectado a aproximadamente 1,5 millones de brasileños, así como a decenas de miles de personas en otros países, entre ellos Colombia, quien oficialmente le atribuyó al virus la responsabilidad de haber causado tres muertes.

Marco teórico
1. La aprehensión cada vez más seria de señales antes percibidas como débiles y banalizadas. Durante mucho tiempo el virus del Zika fue considerado como secundario ante el dengue o el Chicunguña, explicando así que el primero no fuera el objeto de un seguimiento particular antes de su reciente expansión. La aparición de riesgos hasta ahora desconocidos genera la nueva visibilidad del patógeno en el marco de una situación de incertidumbre suscitada por los precedentes de epidemias anteriores.
2. Un cuadro controvertido entre salud pública y conflicto ético. La ausencia de conocimientos precisos sobre los mecanismos de transmisión del virus explican también la incertidumbre que se vive entre las recomendaciones de los expertos y la reevaluación de la dimensión del problema por parte de las autoridades locales.

Análisis
Recordemos en primer lugar que la epidemia del virus del Zika llega en un contexto todavía marcado por los recientes desaciertos de las autoridades mundiales en materia de salud. En ese sentido, la gestión laboriosa de la crisis del Ébola en África Occidental permitió entrever las fallas en el liderazgo de la OMS, rebasada por los eventos y acusada de inercia. La institución se movilizó más rápidamente esta vez, corriendo el riesgo al contrario de incurrir en una postura alarmista como la que ya había sido denunciada en 2009 con respecto a la pandemia de la gripa A (H1N1). Según esa lógica, la organización de la salud optó por un principio de precaución declarando ante el virus del Zika una ESPII el 1ero de febrero de 2016: esa decisión no se apoya en los hechos establecidos – tasa de mortalidad muy baja o prácticamente inexistente, sintomatología benigna –, sino en la sospecha de las posibles consecuencias desconocidas del arbovirus. La OMS activó entonces un cuadro estratégico permitiendo acelerar el esfuerzo de la investigación terapéutica y diagnóstica, asegurando a su vez la coordinación de dispositivos de vigilancia. La directora general del organismo, Margaret Chan, evocó en un comunicado mesurado la existencia de “pruebas circunstanciales […] preocupantes” que deben ser analizadas científicamente. Su formulación se remite a los casos de Síndrome de Guillain-Barré y sobre todo a las microcefalias sospechadas de estar relacionadas a la contaminación del virus del Zika por parte de mujeres embarazadas, habiendo sido el objeto de un pánico mediático al final de 2015.
Por su impacto visible sobre las funciones cognitivas y sensoriales de los recién nacidos, esas malformaciones cristalizan el miedo y tienden a encarnar el lado más oscuro de la epidemia. Al respecto, en la etiología de esas anomalías fetales pueden intervenir factores ambientales – comportamientos maternos riesgosos, diabetes, malnutrición, entre otros –, factores infecciosos –rubéola, toxoplasmosis o citomegalovirus –, o aun factores genéticos. Luego, se debe mencionar que la recolección de información plantea riesgos y que, por lo tanto, los resultados son poco sistemáticos y conllevan a distorsiones: sobre más de 4 mil casos sospechados – esencialmente en territorio brasileño –, solo en 641 de ellos habría sido posible confirmar la correlación entre el virus del Zika y la aparición de microcefalias. Esas cifras muestran un aumento muy neto del promedio ordinario – estimado en 160 casos al año –, lo cual muestra la vulnerabilidad en aumento de las mujeres embarazadas ante el virus. Desde entonces esas circunstancias llevaron a las Naciones Unidas y a ciertas ONGs (Organización No Gubernamental) a preconizar el recurso al aborto voluntario, aun si esa práctica sigue siendo ilegal y criminalizada en numerosos países latinoamericanos. El llamado a flexibilizar la legislación se topó inmediatamente con la oposición virulenta de políticos conservadores y de iglesias cristianas, aun a pesar de la dramática situación de los abortos clandestinos. Varios gobiernos, el de Colombia por ejemplo, incitaron a sus ciudadanos a “postergar sus planes de embarazo” hasta nuevo aviso. Esas torpes y poco pertinentes contorsiones son testigo de la dificultad de imponer desde arriba una perspectiva estrictamente sanitaria en un contexto de incertidumbre generalizada agravado por cuenta de la crispación social en la que se vive.
En Brasil, la desconfianza y la creencia en teorías alternativas – incriminando a los pesticidas de Monsanto o también a las vacunas defectuosas – deben ser vistas como la prueba de lo anterior en la medida en la que las autoridades se encuentran deslegitimadas y enmarañadas en escándalos recurrentes de corrupción. Esa situación deletérea es susceptible de obstaculizar los esfuerzos, a priori, consensuales de la lucha antivectorial; los cuales, para empeorar las cosas, tienden a reducir la epidemia a un simple problema de mosquitos. La rápida propagación del virus del Zika, muy similar a la reciente expansión del Chicunguña, parece sin duda ligada a la colonización de una gran parte del planeta por las especies Aedes aegypti y albopictus. Y sin embargo, lo que revela ese fenómeno, por sobre todo, son los desafíos de la movilidad humana – Brasil habiendo sido la sede del Mundial de Fútbol en 2014 y preparándose ahora para los Juegos Olímpicos de Verano – y la exposición creciente de la población a patógenos hasta ahora discretos, pues seguían contenidos en su reducido espacio natural. Desde la refundación del RSI (Reglamiento Sanitario Internacional) en 2005, ese tipo de crisis sanitaria muestra así la dificultad de formular respuestas adecuadas ante unos riesgos que evolucionan bruscamente y a veces de forma impredecible. Siguiendo esa idea, el liderazgo mundial en materia de salud no puede yacer únicamente sobre la tecnificación de sus instrumentos ni sobre la anticipación de enfermedades emergentes: el desafío reside también río arriba, desde la articulación de las sociedades mismas a su propio medio ambiente.

Referencias
Gilbert Claude, Henry Emmanuel (Éds.), Comment se construisent les problèmes de santé publique, Paris, La Découverte/Pacte, 2009.
Heymann David L. et al, « Zika Virus and Microcephaly: Why is This Situation a PHEIC », The Lancet, (387), 20 de febrero de 2016, pp. 719-721.
OMS, « Épidémiologie et manifestations cliniques potentiellement associées à l’infection à virus Zika : mise à jour mondiale », Relevé épidémiologique hebdomadaire (91), 7, 19 de febrero de 2016, pp. 73-88, consultable en la página web : http://www.who.int/wer [3 de marzo de 2016].