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PAC 71 – El fracaso de un multilateralismo no vinculante La Cumbre de Río + 20, del 20 al 22 de junio de 2012

Por Clément Paule

Traducción: Daniel Del Castillo

Passage au crible n°71

PAC 71, Rio+20Source : Wikipedia

Del 20 al 22 de junio de 2012, la metrópolis brasilera de Río de Janeiro recibió la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable (United Nations Conference on Sustanaible Development). Reuniendo a más de 40 000 participantes – que representan tanto a las firmas multinacionales, los agricultores y los pueblos indígenas, como a las colectividades locales, las ONG, los científicos y los sindicatos -, el evento habría atraído a cerca de unos 130 Jefes de Estado y de Gobierno. Culminando una larga fase de negociaciones entabladas en el 2010, este encuentro debía volver a lanzar las problemáticas medio-ambientales sobre la agenda internacional y definir a mediano plazo los objetivos de los actores implicados en el proceso. Numerosas temáticas fueron tratadas, desde la reducción de gases a efecto de invernadero, hasta las amenazas sobre la biodiversidad, pasando por la deforestación y la urbanización salvaje. La conferencia condujo de esta manera a la publicación de un texto de 49 páginas titulado El Porvenir que Queremos – The Future We Want – cuyos 283 puntos precisan las perspectivas y los compromisos – aproximadamente unos 700 – de las partes firmantes del documento. Por otro lado, el Secretario General de las Naciones Unidas pudo evocar un éxito al consagrar la unión del sector privado y de la sociedad civil, con el fin de reconciliar la prosperidad económica y salvaguardar los Bienes Públicos Mundiales (BPM).

Contexto histórico
Marco teórico
Análisis
Referencias

Contexto histórico

Podemos observar que estas asambleas mundiales han tenido lugar cada diez años desde la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente que tuvo lugar en Estocolmo, del 5 al 16 de Junio de 1972. Este proceso de creación normativa se prolongó, en efecto, a Nairobi en 1982, Río en 1992 y Johannesburgo en 2002. Estas reuniones, cuyos resultados fueron desiguales, permitieron establecer la Convención-Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CCNUCC[1]) veinte años más tarde. Podemos recalcar, desde entonces, los avances de la Cumbre de la Tierra de 1992, calificada por sus organizadores como de momento histórico para la humanidad, en la toma de conciencia sobre las amenazas que pesan sobre el medio ambiente. Prueba de esto, son la adopción de la Agenda 21, así como la firma de dos convenciones vinculantes sobre la lucha contra el calentamiento climático y el apoyo a la biodiversidad. En 1997, el Protocolo de Kioto – que entró en vigor hasta el 2005 – apuntaba hacia la reducción de las emisiones de gases a efecto de invernadero y confirmaba de este modo la dinámica de refuerzo de la cooperación internacional al respecto.

Sin embargo, el fiasco de la décimo-quinta Conferencia de las Partes (COP) en Copenhague en 2009, fue percibido como un corte en la medida que los Estados Unidos y China consiguieron bloquear las negociaciones. El año siguiente, la Cumbre de Cancún en cambio ofreció signos positivos en materia de multilateralismo, especialmente con la idea de un Fondo Verde para ayudar a los Países en vías de Desarrollo (PVD). Éstos se encuentran cada vez más involucrados en el proceso. Desde esta perspectiva, Río+20 fue comprendida como una cumbre simbólica y decisiva en el proseguimiento del esfuerzo emprendido en 1992.

Marco teórico

1. El naufragio anunciado de una gobernanza fragmentada. El escepticismo exhibido sobre la conferencia, incluso antes de su abertura, demuestra toda la dificultad que tienen los acuerdos para surgir, en el centro de una asamblea organizada alrededor de la fractura Norte-Sur. Esto parece funcionar a posteriori como una profecía auto-realizadora con incidencia sobre las anticipaciones de los actores.
2. La economía verde y la mercantilización de los BPM. Nuevo avatar del desarrollo sostenible, la economía verde constituye una de las principales propuestas de los países industrializados para asociar la salvaguarda del medio ambiente, con las lógicas capitalistas. No obstante, este concepto fue objeto de estigmatizaciones diversas, que emanaron de una coalición heterogénea de participantes contestatarios.

Análisis

Algunas horas antes de la inauguración y la llegada de los Jefes de Estado y de Gobierno, los negociadores terminaron de redactar la declaración final, para evitar así que se repitieran los errores de Copenhague. Sin embargo, recordemos que, a principios del mes de junio de 2012, los delegados no habían validado sino un cuarto de los 183 párrafos que luego fueron conservados. Esta precipitación parece haber limitado el horizonte de las posibilidades ofrecidas por el encuentro, tanto más que la improvisación reinaba durante la 15ta COP, a finales del año de 2009. En lo que a los avances del texto concierne, numerosos comentadores saludaron la puesta en marcha de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODSs), componentes medio-ambientales de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). En cambio, el documento fue sobre todo criticado por sus insuficiencias: por una parte, el fracaso manifiesto del proyecto de la Organización Mundial del Medio Ambiente (OME). Apoyada por la Unión Europea, esta iniciativa apuntaba hacia la reforma de la gobernanza mundial del medio ambiente, actualmente encarnada en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUE) y los Acuerdos Multilaterales sobre el Medio Ambiente (AMAs). Por otra parte, si los firmantes confirman la promoción de la economía verde, estamos en capacidad de constatar la ausencia de una definición clara de este concepto preconizado en los países del Norte. Dicho de otra forma, el producto de largos meses de negociaciones resulta decepcionante para los activistas comprometidos en la defensa del medio ambiente.

Por el momento, si bien parece difícil erigir un balance exhaustivo del evento, podemos notar que una amplia mayoría de los actores expresaron su escepticismo en las semanas precedentes a la conferencia internacional. En efecto, la celebración de Río+20 atestigua de una configuración diplomática estable alrededor de la ruptura Norte-Sur – que enfrenta a los países industrializados con el Grupo de los 77 (G77)+ China, que cuenta hoy en día con 132 miembros – en el centro de la cual, Brasil trató de imponerse como mediador y árbitro. Esto ilustra la problemática recurrente de la responsabilidad común pero proporcional, que fue nuevamente sometida a debate, sin avance alguno manifiesto. Si un acuerdo ha sido formalizado in extremis bajo la mirada de un país organizador, el multilateralismo no vinculante – que había pesado en la asamblea de Copenhague a finales de 2009 – se encuentra confrontado a una falta patente de liderazgo. Desde esta perspectiva, las negociaciones extensas se aparentan más a una serie de conflictos prematuramente resueltos, que a la elaboración concertada de un dispositivo de escala mundial. La cristalización de las relaciones de fuerza parece haber sido consolidada por la crisis económica – en particular en la zona euro – incitando al status quo y las reticencias frente a todo compromiso financiero a término medio. Podemos subrayar al respecto, las ausencias notables de Barack Obama, Ángela Merkel y David Cameron, quiénes se encontraban sin embargo presentes el 18 y 19 de junio de 2012 en México para el G20. El juego cruzado de las anticipaciones del conjunto de participantes adquiere aquí un gran sentido, en la medida que la ruptura anunciada de la cumbre procede como una profecía auto-realizadora. Evidentemente, el consenso final tan solo es a minima, al afirmar formalmente el proseguimiento del movimiento originado veinte años atrás y dándole crédito de esta manera a las acusaciones de inmovilismo de las cuales es objeto.

Calificado de fracaso épico por Greenpeace, Río+20 también suscitó múltiples movilizaciones contestatarias, que se caracterizaron por su heterogeneidad. De este modo, la petición lanzada por artistas y celebridades hollywoodenses a favor de hacer del Polo Norte un santuario, se vio beneficiada por una gran visibilidad mediática. Las ONG y asociaciones ecológicas denuncian la predominancia de las lógicas económicas en este proceso. Al respecto, los países productores de petróleo, cómo Canadá y Venezuela, rechazaron la reducción de las subvenciones atribuidas a las energías fósiles. Más aún, el lobbying de las multinacionales fue descubierto en la generalización de mecanismos mercantiles como herramientas de regulación medio-ambiental. Mecanismos que se encuentran en la misma línea de los mercados de carbono creados por el Protocolo de Kioto. Aparece entonces el concepto de economía verde, como un compromiso ambiguo en el cual se trata de proteger a los BPM al rentabilizarlos, es decir, integrándolos a las estructuras de dominación. Esta postura crítica ha sido defendida por ciertos actores del Sur, en primer rango de los cuales se encuentran los presidentes boliviano y ecuatoriano, quienes estigmatizan una forma disfrazada de neocolonialismo so capa de preocupaciones ecológicas. Las movilizaciones indígenas – particularmente visibles en Brasil y América del Sur, dónde su existencia ha sido frecuentemente amenazada por los proyectos de desarrollo – ahondaron en estas ideas al denunciar la depredación descontrolada de los recursos en detrimento de las prácticas locales. Desde entonces, la preservación de los BPM se revela más que nunca empotrada – embedded – en el orden económico predominante a nivel global, frente a la ausencia de re-invención de un modelo que llegó a sus límites.

Referencias

Déclaration finale du sommet Rio+20 intitulée The Future We Want, consultable à l’adresse web : http://www.uncsd2012.org [30 juin 2012].
Jacquet Pierre, Tubiana Laurence, Pachauri Rajendra K. (Éds.), Regards sur la Terre 2009. La gouvernance du développement durable, Paris, Presses de Sciences Po, 2009. Coll. « Annuels ».
Site de l’IDDRI (Institut du Développement Durable et des Relations Internationales) : http://www.iddri.org [1er juillet 2012].
Uzenat Simon, « Un multilatéralisme sans contraintes. Les engagements des États dans le cadre de Copenhague », Passage au crible (15), 18 fév. 2010

 

[1] Nota del traductor: en sus siglas en inglés y francés. Aplica para otras siglas en este documento.