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PAC 93 – El intervencionismo simbólico de la Diplomacia Nobel El Nobel de la Paz atribuido a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ)

Por Josepha Laroche

Traducción: Daniel Del Castillo

Passage au crible n°93

OIACSource : Wikipedia

Mientras que desde hace varias semanas, todos los medios internacionales esperaban que la joven militante paquistaní Malala Yousufzai fuera la próxima ganadora; fue finalmente la OPAQ la que recibió, el viernes 11 de octubre, el Premio Nobel de la Paz 2013. Sin embargo, contrariamente a lo que anticipaban de manera imprudente numerosos comentadores, no hay motivo para sorprenderse por tal consagración, y menos aún para denunciar una supuesta desviación de las atribuciones. Al contrario, la nobelización de esta organización recalca una vez más la gran coherencia de la Diplomacia Nobel.

Contexto histórico
Marco teórico
Análisis
Referencias

Contexto histórico

La OPAQ entró en vigor el 29 de abril de 1997, para vigilar el respeto de la Convención sobre la Prohibición de Armas Químicas, firmada en 1993. En este sentido, la Convención tiene como misión impedir la fabricación y el almacenamiento de armas químicas. De la misma manera, esta debe verificar la destrucción de arsenales existentes, cuando ciertos Estados se comprometen con anterioridad a eliminarlos, así como debe asegurarse que esta destrucción sea irreversible.

Basada en La Haya, la OPAQ cuenta actualmente con 189 Estados Miembros, que representan aproximadamente el 98 % de la población mundial. Corea del Norte, Egipto, Angola y Sudán del Sur no firmaron el tratado de prohibición, mientras que Birmania e Israel, por su parte, lo firmaron pero no lo ratificaron. En cuanto a Siria, este solo adhirió al dispositivo hasta septiembre pasado. Desde entonces, el país remitió un inventario de su arsenal químico a la organización internacional, la cual ya comenzó su misión sobre el territorio sirio. Es igual a afirmar que, el reciente Premio Nobel de la Paz juega actualmente un papel clave en el desmantelamiento del arsenal químico poseído por Siria y, en consecuencia, en el conflicto que se lleva a cabo allí.
Si bien interviene frecuentemente en el centro de los conflictos, la acción de la OPAQ había permanecido muy poco mediática hasta ahora. Pero ya ha intervenido en una buena cantidad de escenarios. De esta manera, recordemos que, desde 1997, esta instancia multilateral ha realizado 286 misiones de inspección en 86 Estados Miembros de la Convención, entre las cuales, 2.731 inspecciones relacionadas con la presencia de armas químicas. Sus inspectores destruyeron por ejemplo, en varios frentes, más de 58.000 toneladas de agentes químicos: ya sea que se trate de Irak, Libia, Rusia o también en los Estados Unidos. Recordemos que Albania e India destruyeron completamente sus reservas declaradas de armas químicas, desde que tomaron parte en el acuerdo por la desmilitarización.

Por primera vez en la historia del desarme multilateral, tenemos aquí una institución que funciona bien y logra establecer mecanismos de desarme internacional muy innovadores. En efecto, su cuerpo de inspectores verifica en los sitios de los acontecimientos, habitualmente dentro de una brevedad de tiempo, la realidad efectiva del compromiso de los Estados. Mientras que, durante la Guerra Fría, una buena cantidad de tratados fueron firmados en esta área, sin que fueran nunca respetados.

Marco teórico

1. La transferencia de la notoriedad mundial. Antes de su intervención sobre el tema sirio, especialmente después del ataque químico perpetrado el 21 de agosto de 2013, cerca de Damas, la OPAQ era completamente desconocida por el público en general. No obstante, esta ya trabajaba desde hacía varios años en misiones fundamentales. Al otorgarle el Premio de la Paz a la OPAQ, la Institución Nobel entonces escoge transmitirle el crédito y el aura de los cuales dispone. Le transfiere de esta forma la notoriedad mundial que representa, desde hace más de un siglo, su sistema internacional de gratificaciones. Al respecto, pone al servicio de su acción, una visibilidad mediática de la cual esta institución se encontraba hasta entonces desprovista.

2. La legitimidad de la injerencia diplomática. Muchos consideran que esta recompensa cauciona finalmente el régimen de Bashar Al-Assad, así como la instrumentalización de la OPAQ por Moscú. Por nuestra parte, insistimos en la voluntad del Comité de Oslo de invitarse por efracción, al lado de los Estados, para participar en High Politics. Al respecto, hace irrupción en el escenario mundial, al inmiscuirse en el tratamiento del conflicto sirio. Al tomar la decisión de rendir el homenaje a la seguridad colectiva y el multilateralismo; no solamente introduce estas nociones en la agenda internacional, sino que también se presenta – a través de ese golpe de fuerza simbólico – como un interlocutor obligado para con los Estados que toman parte en el conflicto. Simplemente, el Comité cuenta con la capacidad de alardear dicha intrusión diplomática, con toda la legitimidad de la cual fue dotado desde hace más de un siglo.

Análisis

Ciertamente, nos podríamos arrepentir porque la joven paquistaní Malala Yousafzai no fue recompensada. Ella simbolizaba, efectivamente, la lucha de las mujeres contra los talibanes, así como aquella a favor del derecho para todos a la educación. De igual forma, podríamos deplorar que el doctor Denis Mukwege, quien ayuda a las mujeres víctimas de violaciones en la República Democrática del Congo (RDC), no fuera nobelizado. Este ginecólogo congolés, cuyo sobrenombre es: « el hombre que repara a las mujeres », ha atendido desde hace más de quince años a 40.000 mujeres, víctimas de violaciones o violencias sexuales al Este del Congo. Ya había sido nobelizable el año pasado, acabando de escapar de muy cerca, a una tentativa de asesinato en octubre de 2012. No obstante, nada impide pensar que estas dos personas no se llevarán este trofeo en el futuro cercano, entretanto su perfil no corresponda con las exigencias del testamento que Alfred Nobel redactó el 27 de noviembre de 1895 y que ellos no correspondan con el dogma del Nobel. Pero el Nobel de la Paz no debe ser analizado con la vara ni de los criterios morales, ni de la denominada meritocracia. No nos equivoquemos, la cuestión se trata de lo político y siempre se ha tratado de esto. Más precisamente, hace referencia a una dinastía diplomática reiterada y reforzada a través de los premios. Así lo concibió el mismo Alfred Nobel. Contrariamente a lo que defienden muchos comentadores completamente errados, aquí no se trata de ninguna desviación de la Doctrina Nobel.

De hecho, desde que la decisión del Jurado Nobel favoreció al presidente Obama, se trata cada vez menos de recompensar una obra realizada. Esto no es nuevo, esta orientación siempre ha existido. Pero se confirma año tras año, que esta distinción mundial se encuentra preferiblemente al servicio de una ambición grandiosa: aquella de organizar el mundo, influyendo un camino en particular, y tratando sistemáticamente de tener un peso en la orientación de los grandes desafíos mundiales de la agenda política. Apropiándose de una ventana de oportunidad política, la institución irrumpe en la escena mundial de manera triunfante – a menos de creer en el diluvio de críticas que la acompañan – para influir en las grandes temáticas del momento con toda legitimidad. ¿Acaso no es portadora de valores universales que nadie pensaría en negarle? Esta busca entonces utilizar su notoriedad, para transmitir sus propias prioridades y valores, ahí dónde los Estados han venido demostrando, hasta este momento, su impotencia. Esta diplomacia, igual de innovadora como lo es de intervencionista, fundamentada en la política de injerencia, no se abstiene de implicar un riesgo para el Comité Nobel. Al invertir de tal manera en un proceso que ya está en curso, la institución confiere la orden de una misión al laureado, le da crédito y mandato para llevar a cabo efectivamente el proyecto del cual es portador. Sin embargo, tratándose de una obligación de resultado, luego de una carga para él, se trata aún más de una apuesta arriesgada para la institución, que compromete a largo plazo su capital de credibilidad.

Referencias

Laroche Josepha, Les Prix Nobel, sociologie d’une élite transnationale, Montréal, Liber, 2012.
Laroche Josepha, (Éd.), Passage au crible, l’actualité internationale 2009-2010, Paris, L’Harmattan, 2010, pp. 19-22 ; pp. 41-45.
Laroche Josepha, (Éd.), Passage au crible, l’actualité internationale 2011, Paris, L’Harmattan, 2012, pp. 47-52.