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PAC 5 – Poder digital, dominación simbólica Google y la comercialización de obras digitales

Por Alexandre Bohas

Traducción : Daniel Del Castillo

Passage au crible n°5

Fundada en Mountain View, California, la firma Google impuso en algunos años la supremacía de su motor de búsqueda en Internet. Hace cinco años, lanzó la digitalización masiva de obras literarias y, en octubre de 2009, anunció que se disponía a su comercialización con el apoyo de 30.000 editores.

Contexto histórico
Marco teórico
Análisis
Referencias

Contexto histórico

En diciembre de 2004, el lanzamiento de Google Edition desencadenó muchas controversias en los medios internacionales de la cultura. Con la colaboración de universidades occidentales, la empresa digitalizó a todos los niveles, nada menos que 10 millones de volúmenes, de los que únicamente 1,8 millones conciernen al dominio público. Este enfoque mercantil de la propiedad intelectual provocó fuertes oposiciones en Estados Unidos, Europa y China.

Marco teórico

Google Edition suscitó numerosas dudas en cuanto a la comercialización, la monopolización y la jerarquización de obras literarias que forman parte de la categoría de lo que se acordó en llamar Bienes Públicos Mundiales. Integrada al núcleo de la “estructura de saberes” – para retomar el concepto de Susan Strange -, la actividad de este actor no-estatal se refiere a los vectores y los procesos de obtención de conocimientos, que orientan continuamente las preferencias, impresiones, opiniones y comportamientos colectivos. De tal manera que toda influencia potencial sobre este principio es de interés fundamental para la estructura del medio internacional, así como los asuntos de seguridad o de producción. Ahora bien, en materia de literatura virtual, de ahora en adelante Google realiza una intervención sin comparación. Además, controlando los medios de difusión de la literatura, la sociedad californiana contribuye al bienestar de la preponderancia norteamericana.

Esta asimetría levantó numerosas reacciones, agrupadas todas, principalmente, por el ex director de la Biblioteca Nacional de Francia, Jean-Noël Jeanneney. Todas apelan a favor de la diversidad cultural, principio que ya fue aplicado durante las negociaciones sobre el libre comercio que rige el sector cinematográfico. Los partidarios del pluralismo cultural estiman que – al igual que las películas – los libros no deben estar sometidos a las leyes del mercado. En efecto, en su opinión, los libros no son mercancías como las otras. Al contrario, estos bienes culturales deberían ser objeto de un régimen derogatorio del derecho común, que permita la protección de los menos competitivos.

Análisis

Representando aproximadamente 2 millones de libros, esta oferta, competidora de la edición tradicional, pone en duda la autonomía cultural de los Estados. Es la prueba, además, del adelanto tecnológico y del poder financiero de Google.

Deseando mantenerse a la cabeza de los motores de búsqueda, la compañía puso al mundo de las letras frente al hecho consumado de proponer extractos de libros en libre acceso. A pesar de aceptar retirar las referencias a petición, Google obtuvo – al término de largas negociaciones llevadas a cabo con los representantes del sector – la comercialización de varios millones de obras que se encuentran aún regidas por los derechos de autor. Por lo tanto, cualquier lector podrá adquirir próximamente una licencia, cuyos ingresos serán repartidos en 37% para Google y 63% para los derecho-habientes.

En su calidad de first-mover, la compañía fue la primera en constituir un bloque clave, susceptible de disuadir a posibles competidores – como Microsoft – de lanzarse a esta nueva parcela de mercado. Más aún cuando, este improbable competidor, deberá obtener en el futuro la aprobación de cada parte para proceder a la digitalización, como lo decidió el Tribunal norteamericano del Distrito Sur de Nueva York en su fallo del 28 de octubre de 2009. En el extranjero, ciertas casas de edición que desean beneficiarse de una mayor visibilidad en Internet – como Vrin o el Harmattan en Francia – ya aceptaron figurar en este dispositivo con amplios fragmentos de sus colecciones.

Google se volvió ineludible en la red, compitiendo con Amazon, primer editor digital. Apropiándose pura y simplemente de las obras maestras de la literatura mundial, Google constituyó rápidamente una biblioteca virtual. Tanto como para afirmar que gracias a inversiones colosales y a una penetración agresiva de los medios literarios, esta compañía alcanzó una lugar central a nivel mundial. Éste último le garantiza las frecuentes visitas de numerosos lectores, al mismo tiempo que le asegura segmentos publicitarios que le atribuyen ingresos adicionales a las sumas de dinero recibidas por las futuras licencias. Señalemos sin embargo, que esta librería se presenta más cómo un inmenso laberinto de hojas escaneadas y ordenadas según una lógica mercantilista, que cómo un conjunto de conocimientos organizados en función de principios cognitivos y didácticos.

En cambio, las empresas de digitalización alternativas – que disponen de medios modestos – están limitadas a buscar en Google un apoyo tecnológico y financiero. En cuánto a los proyectos Europeana y Gallica, que agrupan un total de 4 millones de documentos en 26 idiomas, han quedado hoy en día en estado de simples prototipos. Todo esto reitera la vulnerabilidad de los actores de la diversidad cultural en este campo. En efecto, a pesar de que los europeos se pusieron de acuerdo sobre la necesidad de constituir un patrimonio digital cuyo funcionamiento fuera independiente, actualmente se enfrentan a un dilema a causa de su falta de reacción: ya sea porque estén condenados al margen de la red o porque han de someterse a las leyes comerciales impuestas por Google. De otro modo, Google Edition no representa solamente una ofensiva lograda por un operador privado con actividad transnacional, sino que constituye también uno de los vectores del predominio norteamericano.

Recordemos sobre todo que, con la elección de determinadas obras, Google no solo moldea progresivamente el acto mismo de la lectura, sino también el conocimiento práctico del lector. La comercialización de los contenidos, que Google ofrece en varios soportes, participa por ejemplo en la transformación misma de la lectura, volviéndola más fragmentada, parcial e intermitente. Además, como las operaciones de digitalización están reglamentadas y supervisadas por las universidades – sobre todo en Estados Unidos -, éstas favorecen también una visión del mundo bastante específica. Ésta última se hace evidente especialmente en la jerarquización de las referencias, su clasificación y orden de aparición. Pero también consagra más aún, el uso dominante del inglés, que ocupa la mitad de las referencias. Por último, en la medida que los algoritmos de Google reconocen preferiblemente el número de vínculos y el criterio de notoriedad, esta lógica tiene como efecto privilegiar sistemáticamente las primeras obras digitalizadas.

Se podría creer que el proceso de digitalización que está en curso, al cual se dedica Google, consiste únicamente en una modernización de las maneras de procesar la información. Pero, de hecho, este poderío digital consolida en primer lugar la dominación simbólica de los Estados Unidos. En consecuencia, debemos entender que la nueva República Mundial de las Letras, que Robert Darnton ve manifestarse, será estructuralmente norteamericana, aunque esto disguste a los defensores de la decadencia de la superpotencia.

Referencias

Chartier Roger, “L ́avenir numérique du livre”, Le Monde, 26 Oct. De 2009, Pág. 20.
Darton Robert, “Google & the Future of Books”, The New York Review of Books, 12-20 Feb. 2009, pp. 9-11. Jeanneney Jean-Noël, Quand Google défie l ́Europe. Plaidoyer pour un sursaut, 2da éd., París, Mille et une Nuit, 2006.
Mattelart Armand, Diversité culturelle et mondialisation, París, La Découverte, 2007. Col. Repères.
Strange Susan, States and Markets An Introduction to International Political Economy, 2da ed., Londres, Pinter, 1994.