Por Jenna Rimasson
Traducción: Maricarmen Gonzalez Cisneros
Passage au crible n°36
El 11 de marzo del 2011, Japón vivió un terremoto de una magnitud de 9 en la escala de Richter, con epicentro en el Océano Pacifico. Las sacudidas desencadenaron inmediatamente un tsunami que destruyó la costa Este del archipiélago, región donde se concentran las centrales atómicas del país. A esta crisis humanitaria se agrega una catástrofe nuclear que concierne al mundo entero. El Estado chino, vecino cercano de Japón reaccionó rápidamente ante la tragedia nipona. Envió equipos de socorristas, material de urgencia para los supervivientes y hasta combustible, mientras que por otro lado se organizaba la colecta de donaciones en las Universidades y en algunas plazas públicas. Por último, el gobierno chino evacuó 3000 residentes de las zonas siniestradas. Esta situación condujo China a preguntarse sobre su propia gestión de la energía atómica.
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> Marco teórico
> Análisis
> Referencias
En 1821, el Tifón Kamikaz (viento divino) destruyó la flota mongol de Kublai Khan, quien intentaba de invadir el archipiélago japonés. Este elemento natural garantizó la independencia del país respecto del Imperio de en medio, situación preservada hasta la Segunda guerra mundial.
Inversamente, China conoció derrotas mayores frente a Japón, en 1895 y 1931. La última se terminó en 1945 con la ocupación nipona de Manchuria. Es la fecha en que las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki obligaron a Tokio a capitular. Dichos episodios históricos siempre provocan tensiones diplomáticas, como demuestra la visita del Primer Ministro Japonés Koizumi al santuario del shinto en Yasukuni (Tokio) o las reivindicaciones territoriales de China sobre las islas Diaoyu. Sin embargo, el sismo ocurrido el 12 de mayo del 2008 en la provincia china de Sichuan permitió un acercamiento sino-japonés. Efectivamente, Pekin aceptó la ayuda humanitaria ofrecida por los equipos japoneses.
Tratándose globalmente de la carpeta nuclear, recordemos que la RPC pertenece a las potencias nucleares, el primer ensayo se realizó el 16 de octubre de 1964 en Lop Nor, en la provincia de Xinjiang. En 1984, se integra como miembro de la AIEA (Agencia Internacional de la Energía Atómica) y el 9 de marzo de 1992, después de años de rechazo, Pekin ratifico finalmente el TNP (Tratado de no proliferación nuclear).
1. Ayuda de urgencia: En caso de catástrofes naturales, los Estados y las ONG – particularmente las de dimensión internacional – procuran una ayuda financiera y material a las regiones siniestradas. Además del testimonio de compasión, esta asistencia incrementa la visibilidad del donador, permitiéndole mostrar sus valores éticos en la escena internacional.
2. Reapropiación de la acción diplomática a través de medios informales: Los actores de la sociedad civil esquivan las instituciones tradicionales haciendo funcionar una política extranjera diferente a la de los Estados. Este fenómeno ilustra la revolución de actitudes evocada por el especialista en Ciencia Política, el americano James Rosenau, quien invita a reevaluar el papel y la tomar en cuenta el mixing micro-macro.
Las relaciones sino-japonesas, atraviesan actualmente una etapa difícil, ya sea con respecto a las crispaciones militares en el mar de china o respecto a la crisis económica fuertemente resentida en Japón. Frecuentemente paralizadas, las instituciones diplomáticas tradicionales impiden un real dialogo entre Pekín y Tokio. En cambio, el terremoto de Sichuan y el que arrasó con la isla de Honshu, fueron la ocasión perfecta para mostrar gran solidaridad entre estos dos pueblos. Efectivamente, los chinos se acuerdan de la ayuda ofrecida por sus vecinos y en esta ocasión se movilizan para venir en ayuda. Una interacción micro-social a escala individual se establece volviendo evidente la erosión del marco estatal-nacional. En este contexto de crisis y urgencia, las administraciones centrales del Estado y del PCC son omitidas en beneficio de la escala local – las ciudades hermanas de las municipalidades japonesas participan actualmente – además las de la sociedad civil con la intervención de asociaciones y de ONG nacionales, como la Cruz Roja china por ejemplo. Aquí vemos la necesidad de una acción rápida favoreciendo una nueva distribución de la autoridad en favor de las entidades supranacionales y transnacionales. La dinámica cooperativa que se instala, obliga a los poderes políticos a modificar su estrategia, es decir el juego diplomático de estos nuevos actores exigiéndoles modificar sus posiciones iniciales. Frecuentemente criticadas por su falta de autonomía, las ONG chinas ahora utilizan sus relaciones privilegiadas con el gobierno para modificar las decisiones de este último. Dichas organizaciones se imponen frente a las instituciones políticas, gracias a su repertorio de acciones más apropiado y de su fuente de legitimidad venida desde abajo. Con el paso del tiempo, se vuelven las interlocutoras indispensables, mientras que el Estado chino trata de mantener sus monopolios a pesar de las oposiciones. Esta operación se vuelve más fácil que la ayuda que se ofrece a los habitantes del archipiélago, concordando con la concepción china de los Derechos Humanos, orientada hacia una visión más económica y social y menos política. Por otro lado subrayemos que la crisis que afecta a Japón beneficia igualmente las relaciones sino-taiwanesas a través del desarrollo de una cooperación sostenida en materia de prevención de riesgos sanitarios y de la ayuda de urgencia.
El impacto sobre las políticas pekinesas también se revela a través del avance de la Administración del Estado por la Seguridad nuclear y el importante papel acordado al Ministerio del Medio Ambiente. Sin embargo, el creciente peso de los expertos de la toma de decisiones del Zhongnanhai constituye el elemento más notable, puesto que el saber se volvió la herramienta legitimadora, susceptible de modificar la jerarquía de las prioridades de la agenda gubernamental. Pekín, quién maneja actualmente la construcción de 25 centrales atómicas, de las cuales 13 ya se encuentran en actividad, acaba de congelar la decisión de construir nuevas infraestructuras, decidiendo reforzar sustancialmente las normas de seguridad, los sistemas de alerta/medida de la radioactividad.
Los elementos naturales y la tecnología del átomo pesan el mismo peso en las relaciones sino-japonesas que en las cuestiones de seguridad nacional de salud pública. Imponen a los dirigentes chinos más transparencia y una mayor toma en cuenta de la opinión pública. Sin embargo, las necesidades energéticas de China recuerdan al gobierno prioridades de otro orden. Efectivamente, en 2007, Pekín firmó con la empresa francesa Areva, el más grande contrato jamás conocido en la historia del dominio nuclear de un valor de 8 mil millones de euros –con el objetivo de incrementar su producción energética y adquirir una nueva tecnología: los famosos reactores de generación EPR. La explotación de la energía atómica esta –como en varios países- sometida al secreto de defensa y en consecuencia resulta difícil de abordar en un debate democrático. Aun así, los convenios que se establecen entre las esperas públicas y privadas en este sector estratégico revelan un cierto debilitamiento del Estado en provecho de las entidades económicas.
Areva, « Dossier de presse. Areva en Chine », nov. 2007.
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