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PAC 20 – La americanización de la cooperación humanitaria La conferencia internacional de donantes para Haití, 31 de marzo de 2010, Nueva York

Por Clément Paule

Traducción: Daniel Del Castillo

Passage au crible n°20

Aunque los daños provocados por el seísmo del 12 de enero se evaluaron en 7,9 mil millones de dólares es decir el 120% del Producto Interno Bruto (PIB) de Haití, durante la conferencia internacional de donantes para Haití se prometieron a medio plazo, 9,9 mil millones. Los analistas recalcaron en primer lugar el éxito de la activación financiera, muy superior a las previsiones y capaz de cubrir la mayor parte de las necesidades estimadas por el gobierno de Préval. Numerosos análisis subrayaron además los aspectos participativos de un proceso que habría implicado tanto a los proveedores bilaterales y multilaterales, como a las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), la diáspora, el sector privado y/o también las colectividades locales. La problemática reside desde ahora en el uso efectivo de los recursos recogidos y la coordinación de los diferentes actores implicados en la reconstrucción del país.

Contexto histórico
Marco teórico
Análisis
Referencias

Contexto histórico

En el transcurso de los últimos decenios, en Haití acontecieron varias catástrofes naturales de gran amplitud, provocadas en gran medida por la combinación tanto de fenómenos hidrológicos como meteorológicos. Entre las más recientes, se puede destacar el ciclón Jeanne que causó la muerte de varios miles de personas en el 2004, sobre todo en la región de Gonaïves, ciudad situada a 150 kilómetros al Norte de Puerto Príncipe. La misma zona fue devastada de nuevo por la sucesión de cuatro huracanes en agosto y septiembre de 2008, daño que ocasionó cerca de 800 víctimas mortales. Estos cataclismos habrían afectado a más de 800 000 personas y provocado pérdidas materiales considerables, evaluadas en más de mil millones de dólares.

El país también es el centro de una constante atención internacional ya que se le considera un Estado frágil, incluso en quiebra – failing State –, potencialmente desestabilizador para la región del Caribe. Las tensas relaciones entre Haití y su vecino dominicano, la cuestión migratoria se estima que la diáspora haitiana está compuesta por cerca de 2 millones de personas así como la ambiental, también constituyen preocupaciones recurrentes. Dentro de este marco, un alto nivel de permanente precariedad socio-económica, sumado a una ayuda internacional desigual y fluctuante, condujeron a varios proveedores de fondos a reconocer el fracaso de sus programas de Desarrollo. Con el fin de intentar remediarlo, los actores bilaterales y multilaterales se reunieron en varias ocasiones para coordinar sus estrategias ya sea en las crisis políticas el golpe de Estado militar perpetrado en 1990 y la expulsión del Presidente Jean-Bertrand Aristide en el 2004 o durante los desastres naturales. De esta manera, una conferencia de donantes tuvo lugar el 14 de abril de 2009 en Washington, poco tiempo después del paso de los huracanes y los motines del hambre de 2008.

Marco teórico

1. Diplomacia de las catástrofes. A lo largo de la historia, los desastres naturales o tecnológicos de gran amplitud, han sido objeto de importantes movilizaciones de la solidaridad internacional. En este caso, parece que los Estados y las Organizaciones Interestatales intervienen cada vez más en este ámbito de acción, que da una mayor visibilidad a sus intervenciones incluso una puesta en escena frente a la sucesión de desastres cada vez más mediáticos.
2. Racionalización de los dispositivos de ayuda. La reconstrucción de Haití reanimó numerosos debates sobre las buenas prácticas de los socios bilaterales y multilaterales. Al respecto, las instituciones e instrumentos puestos en marcha tienden a volverse más complejos, con el fin de tratar problemáticas políticas, que en estas circunstancias son calificadas de problemas técnicos, como la coordinación o la eficacia de los programas.

Análisis

Algunos actores, como las ONG locales e internacionales, criticaron la omnipresencia de los Estados Unidos tanto en el terreno cerca de 20 000 militares norteamericanos fueron desplegados en Haití como en las negociaciones diplomáticas. El emplazamiento de la conferencia internacional y el papel jugado por la pareja Clinton, ilustran por ejemplo ésta implicación, aunque el ex–Presidente Clinton interviniera como enviado especial de las Naciones Unidas en Haití – posición que ocupa desde mayo de 2009, después de haber sido un actor clave de la reconstrucción del sureste asiático golpeado por el tsunami de 2004. De esta manera, la Secretaria de Estado norteamericana presidió todas las sesiones sucesivas –  conjuntamente con el Presidente René Préval y el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon. La tutela norteamericana suscitó entonces críticas vehementes, como señala el New York Times, según el cual, un diplomático europeo habría irónicamente hecho referencia al Bill and Hillary Show. Además, el gobierno haitiano se inquietaría de poder ser mantenido al margen de los proyectos que el Departamento de Estado pondría en marcha unilateralmente.

Por otro lado, la preparación de la conferencia revela contradicciones en la diplomacia europea. En efecto, la Unión Europea (UE) realizó la contribución más importante para la reconstrucción, al rededor de 1,6 mil millones de dólares, de los cuales 243 millones fueron donados por Francia. Esta cifra es netamente superior a las ayudas norteamericana (1,15 mil millones de dólares) y canadiense (390 millones de dólares), sin que ésta se traduzca en beneficios políticos. Sobre este tema, es conveniente recordar que Catherine Ashton Alto Representante de la Unión Europea para los Asuntos Exteriores fue muy criticada por no haber viajado a Haití inmediatamente después del seísmo, contrariamente a su homóloga norteamericana, Hillary Clinton. El 19 de enero, Michèle Striffler, Diputada europea y Representante permanente para la Ayuda Humanitaria, lamentaba la poca visibilidad de la acción llevada a cabo por la UE en comparación con la ostentosa intervención de los Estados Unidos. Por otro lado, Ashton, desprestigiada por su falta de experiencia diplomática, tuvo que hacer frente a la competencia de la presidencia española de la Unión, muy activa en Haití. Igualmente, tuvo que adaptarse a los anuncios unilaterales de ciertos Estados miembros, como el de Francia, que propuso desde el 14 de enero el establecimiento de la conferencia internacional. Esa impresión de división y disonancia se ha podido percibir especialmente, cuando a finales del mes de enero de 2010, se quiso enviar a varios centenares de policías para reforzar la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH). Además, si Francia, Italia, España y los Países Bajos aceptaron suministrar personal, Alemania y el Reino Unido por el contrario, rechazaron formar parte de la operación. Es necesario a pesar de todo matizar estos disfuncionamientos, en la medida en que Haití no representa el mismo interés para la UE, como para aquellos países que concentran una fuerte diáspora haitiana, como es el caso de los Estados Unidos y también de Canadá.

De manera general, esta conferencia internacional estuvo marcada por el deseo de hacer un buen uso de la ayuda, respetando los principios de eficacia, coordinación y transparencia. Por su parte, el Estado damnificado fue colocado de nuevo en el centro del dispositivo, lo que hasta ahora había sido reclamado en vano por los sucesivos gobiernos haitianos. Sin embargo, esta orientación tiende a invertir la lógica que consistía desde mediados de los años ochenta en canalizar los fondos de asistencia a través de las ONG, con el fin de eludir a un actor estatal considerado corrupto e incompetente. Al respecto, esto permitía igualmente ejercer presiones sobre los gobiernos recalcitrantes, tal como ocurrió con el embargo decidido por los Estados Unidos en 1991, después del golpe de Estado contra el presidente Aristide, impidiendo toda asistencia. La apertura hacia los interlocutores haitianos permanece sin embargo limitada y marcada por la desconfianza. La nueva Comisión Interina para la Reconstrucción – Interim Haiti Recovery Commission – estará ciertamente copresidida por el Primer Ministro haitiano, Jean-Max Bellerive, pero también por el enviado especial de las Naciones Unidas, Bill Clinton. Eso sin contar con el hecho de que numerosas asociaciones locales se consideran excluidas del proceso. Finalmente, un fondo internacional, que agrupa las contribuciones de numerosos socios, estará directamente administrado por el Banco Mundial. Esta futura coordinación se presenta como la llave maestra de una buena gobernanza aplicada al dispositivo de ayuda. Pero en el caso que nos concierne, está claro que la racionalización busca contrarrestar la heterogeneidad de la acción pública internacional que ya se está poniendo en práctica. Estas iniciativas corren sin embargo el riesgo de chocar con las realidades de su puesta en marcha y, más aún, con la competencia existente entre los diferentes actores internacionales.

Referencias

Buss Terry, Gardner Adam, Haiti in the Balance: Why Foreign Aid Has Failed and What We Can Do About It, Washington D.C., Brookings Institution, 2008.
MacFarquhar Neil, “Haiti Frets Over Aid and Control of Rebuilding”, The New York Times, March 31, 2010.
Maguire Robert, “Haiti: Towards and Beyond the Donors´ Conference”, USIP (United States Institute of Peace) Peace Brief, USIP, (17), April 8, 2010.