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PAC 144 – La externalización discutible del asilo por la Unión Europea El acuerdo entre la Unión Europea y Turquía

Por Catherine Wihtol de Wenden
Traducción : Duly Albarracín

Passage au crible n° 144

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El 4 de abril de 2016 entró en vigor el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía. Este completa un conjunto de tratados bilaterales y multilaterales que la Unión Europea ha firmado con sus vecinos del sur, convirtiéndolos en guardias fronterizos para Europa. A cambio, las compensaciones incluyen tanto visas para los calificados, construcción de infraestructuras, como ayudas para el desarrollo. Pero este documento es de una magnitud muy particular.
Desde el 2014, Europa está rodeada por países en crisis, que son presa de guerras civiles a todo lo largo del sur del mediterráneo (Libia, Siria, Irak), y más allá, en aquellos países del cuerno de África, que orientaron hacia Europa corrientes de solicitantes de asilo de un tamaño sin igual. En 2015, 1.255.640.000 de emigrantes hicieron solicitudes de asilo en el centro de la Unión Europea, y 625.000 en 2014, mientras que los picos anteriores (en los años noventa, luego de la caída del Muro de Berlín) alcanzaban las 500.000 solicitudes anuales, siendo 220.000 el volumen promedio durante los años anteriores. A diferencia de las revoluciones árabes que, desde el 2011, habían inducido pocas corrientes migratorias hacia Europa (Túnez, Libia, Egipto), nadie anticipó que el régimen sirio se mantendría. Nadie habría imaginado de 4,7 millones de sirios huirían de su país para intentar refugiarse en Turquía (2,7 millones se encuentran allí actualmente), en Jordania (600.000) y en el Líbano (1 millón), ni que el resto estaría intentando atravesar la frontera griega para solicitar asilo en Europa.
Contexto histórico
Marco teórico
Análisis
Referencias

Contexto histórico
Signataria de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, Turquía conservó, no obstante, su reserva geográfica hacia aquellos que son solo europeos: los que no son europeos no pueden gozar del derecho de asilo de la ONU, a menos que una orden sea expedida directamente en el país por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). En cuanto a las familias sirias que huyeron de su país, fueron admitidas en Turquía. Estas buscan definir su estatus legal, acceder a un empleo, e intentar atravesar la frontero greco-turca. Según el reporte del ACNUR de 2015, Grecia es en efecto el país por donde ingresó la mayoría de solicitantes de asilo de Oriente Próximo, llegando Italia en segundo lugar para los otros migrantes y refugiados.
Dos vías permanecen posibles: la vía marítima, con traficantes como intermediarios, y la vía terrestre, atravesando el río Evros antes del trayecto en Tracia y la ruta de los Balcanes. La foto de principios de septiembre del pequeño sirio Aylan Kurdi de tres años, muerto en la playa de Bodrum a causa del naufragio de sus padres al intentar atravesar Turquía para llegar a Grecia, causó gran conmoción. Al mismo tiempo, el anuncio de Angela Merkel declarando a Alemania lista para acoger 800.000 solicitantes de asilo fue fríamente acogido por los otros países europeos de occidente. Estos se tardaron en responder a Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, quien había propuesto cuotas de acogida de reinstalación de acuerdo con la capacidad económica y el tamaño de la población. Por consiguiente, Francia aceptó acoger 30.000 solicitantes de asilo en dos años, además de las solicitudes habituales. Por lo tanto, la cifra de estas solicitudes de asilo aumentó a 79.000 individuos. Sin embargo, pocos solicitantes de asilo sirios quisieron ir a Francia ya que muchos de ellos conservaban vínculos con los migrantes turcos instalados en Alemania desde hace tiempo. Además, la política de disuasión y la dificultad de acceso al mercado laboral de los solicitantes en Francia, no lo hicieron un país atractivo. Una línea de fractura se dibujó del mismo modo entre Europa occidental y oriental. Los países de Europa central y oriental – llamados de Visegrado – se muestran hostiles a la acogida de refugiados de Oriente Próximo y de cultura musulmana; reacciones que favorecen el ascenso de la extrema derecha.

Marco teórico
1. El fracaso de la estrategia de disuasión y solidaridad europeas en materia de asilo. Pese a 25 años de militarización y control de las fronteras, las corrientes de refugiados no cesaron de aumentar durante los últimos diez años, haciendo visible el papel de actores no estatales, como los traficantes. Frente a una Europa dividida, los países buscaron externalizar el control de las fronteras con Estados no europeos (acuerdos de readmisión de solicitudes denegadas), frecuentemente de forma bilateral. En ocasiones, les confiaron la selección de los candidatos para el reconocimiento al derecho de asilo, ya que desde ese momento, fueron considerados como seguros para la Unión Europea. Esto revela la desconfianza de los países de la Unión en sus propios mecanismos de control fronterizo. De igual forma, esta política rinde testimonio de una falta de solidaridad entre los Estados miembros de la Unión concerniente al tratamiento del asilo. Ciertos países, como Alemania, se muestran muy generosos. Otros, como Hungría, simplemente rechazaron de un tajo acoger refugiados, alegando que no querían ver amenazado su ideal de homogeneidad nacional y étnica.
2. Del soberanismo a la tentación del repliegue. Los Estados de la Unión Europea y aquellos de los Balcanes buscan retomar los controles nacionales de sus fronteras y cerrarlas. Con ello, desconocen deliberadamente el dispositivo Schengen que establece la libertad de circulación al interior de todo el espacio territorial europeo. ¿El sistema Schengen está amenazado por la crisis de acogida a los refugiados? Ciertas facciones de extrema derecha preconizan el retorno al control nacional de las fronteras por parte de los Estados, sin pensar que el comercio internacional, el trabajo transfronterizo, o el turismo, se verían entonces gravemente afectados.

Análisis
La Unión Europea escogió a Turquía para celebrar un acuerdo con el fin de atenuar el peso de los arribos a Grecia, un Estado que enfrenta una grave crisis económica en la actualidad. La idea consiste en delegar en Turquía lo esencial del acogimiento, pero sin el derecho al asilo previsto por la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados. La segunda respuesta se valora en la tentativa europea de poner fin al tráfico de pasantes en el mar Egeo, luego de que la tentativa de hacerles la guerra a los traficantes (y a los emigrantes) se mostró poco realizable. ¿Cómo, en efecto, patrullar el Mediterráneo para eliminar las embarcaciones improvisadas, sin poseer un mandato de intervención en los países de salida, ni a lo largo de sus costas? La tercera respuesta concierne la preocupación del gobierno turco de recobrar una imagen positiva en Europa gracias a la firma de este documento. Las reivindicaciones de Turquía a cambio de la acogida de los sirios se sostienen en tres puntos: 1) la reanudación de las negociaciones en cuanto a su candidatura de entrada a la Unión Europea; 2) la supresión de los visados para la entrada de los turcos a Europa, ya que Turquía presenta hoy un saldo migratorio negativo para el continente (hay menos turcos que parten hacia Europa, que turcos europeos que regresan a Turquía); 3) el desembolso de 6 mil millones de euros en 2 años para acoger a los sirios. Esta disposición es objeto de vivas reticencias por parte de algunas organizaciones, ya que recuerda los convenios anteriormente celebrados entre la Unión Europea y Libia. Vale la pena recordar al respecto que este país, que fuera por un largo tiempo desterrado del escenario internacional, había recobrado una imagen de respetabilidad en Europa (con Francia e Italia principalmente), ya que había aceptado seleccionar a los solicitantes de asilo subsaharianos en camino hacia Europa, a cambio de obsequios otorgados al presidente Gadafi: desembolso de elevadas sumas de dinero, programas de desarrollo y construcción de infraestructuras. Para Turquía, el acuerdo se concentra más bien en un trueque: uno por uno. Por cada sirio repatriado por Ankara a solicitud de la Unión Europea (ya que no responde al perfil de refugiado), otro será reinstalado en la Unión, con un límite de 72.000 individuos. A principios de abril, los países europeos estaban por establecer esta peculiar negociación, con la participación de Frontex, la agencia europea de vigilancia fronteriza, mientras que la OTAN contribuía con las interceptaciones en el Mediterráneo.
Sin embargo, el representante especial del secretario general de las Naciones Unidas para la migración internacional y el desarrollo, Peter Sutherland, expresó sus reservas acerca de un acuerdo potencialmente “ilegal”. Asimismo, la eficacia no se ve garantizada debido a que los emigrantes experimentarán otras rutas además de las vías de tránsito entre Grecia y Turquía, enriqueciendo la labor de otros traficantes. Ciertamente, esta disposición permitirá a Grecia reenviar hacia Turquía las solicitudes de asilo inadmisibles. Pero, por su lado, las organizaciones critican la clasificación de este último como un país socio seguro. Finalmente, el acuerdo sólo le concierne a los sirios, siendo que más de la mitad de recién llegados a Grecia son afganos e iraquíes.
Los traficantes deberán inventar otras rutas además de aquella del mar Egeo. No obstante, la ruta de los Balcanes también parece difícil. De hecho, muchos países de tránsito de la región cerraron sus fronteras como, por ejemplo, Macedonia. 30 000 personas han muerto en el Mediterráneo desde el año 2000, y 3.000 más durante el 2015. En 2016, ya se contabilizaron 351 decesos, en un ambiente de cierta indiferencia por parte de la opinión europea. Este acuerdo que externaliza el asilo hacia un país fuera de la Unión Europea – considerado como seguro para la ocasión – se efectúa violando el principio de no devolución previsto por la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados. Tratándose de la administración de la inmigración y el asilo, este acuerdo somete a una dura prueba los valores de solidaridad entre los países europeos, así como los Derechos Humanos sobre los cuales se construyó Europa.

Referencias

Schmoll Camille, Thiollet Hélène, Wihtol de Wenden Catherine (Eds.), Migrations en Méditerranée, Paris, CNRS Editions, 2015.
Wihtol de Wenden Catherine, Atlas de migrations, un équilibre mondial à inventer, 4e éd., Paris, Autrement, 2016.