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PAC 91 – La insuficiente excepción cultural de frente a la comercialización mundial Las negociaciones transatlánticas sobre un próximo tratado de libre comercio

Por Alexandre Bohas

Traducción: Daniel Del Castillo

Passage au crible n°91

Pixabay

Los debates transatlánticos sobre el libre comercio estuvieron marcados, en la primavera de 2013, por un nuevo bloqueo en el área cultural. Recientemente, un nuevo mano a mano se llevó a cabo durante las negociaciones sobre el proyecto de libre comercio entre Europa y Norteamérica. Siguiendo la insistencia de Estados como Francia, una restricción al dejar hacer, dejar pasar, fue finalmente reconocida una vez más.

Contexto histórico
Marco teórico
Análisis
Referencias

Contexto histórico

La reivindicación de una especificidad comercial tiene sus orígenes en Francia, en la discusión suscitada por los acuerdos Blum-Byrnes, firmados en 1946. Establecidos entre París y Washington, estos acuerdos ratifican el fin de las políticas francesas de apoyo cinematográfico, a cambio de la ayuda norteamericana prevista en el marco de la reconstrucción de la posguerra. En los años noventa, este tema de discordia transatlántica tuvo muchas repercusiones con ocasión de la Ronda de Uruguay y del AMI (Acuerdo Multilateral sobre Inversiones). Estas tensiones apuntan hacia dos enfoques opuestos del cine: uno que considera este último únicamente como un entretenimiento, otro para el cual el cine se inscribe completamente en el campo artístico.

Estas oposiciones conllevaron a la formación de una coalición transnacional a favor de la diversidad cultural, que agrupa tanto a Estados, como Francia o Canadá; además de actores no estatales, como los representantes de la sección audiovisual. Su acción se concentró primero en el reconocimiento de un régimen derogatorio al de la Organización Mundial del Comercio, lo cual autoriza los sistemas públicos de cuotas y el financiamiento en los sectores de la imagen. Enseguida, la coalición se empeñó en escribir este principio en el derecho internacional, con la firma de la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural en 2002, después, de la Convención sobre la Protección y la Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales en 2005.

Marco teórico

1. La globalización de lo cultural puesta en duda. Si la globalización es entendida a partir de ahora como un proceso económico, social y político, su impacto sobre los hábitos y comportamientos sigue siendo disminuido, incluso ignorado, por el materialismo latente. Dicho impacto todavía es particularmente desestimado, a causa de las diferentes acogidas del fenómeno en cada sociedad (Liebes, Katz), la preponderancia atribuida a la comunidad nacional (Smith) y el desprecio por el poder de las narraciones económico-culturales. Además, este refuerzo de la interconexión cultural generada por las transformaciones estructurales de la esfera mundial, se traduce de manera discontinua en las prácticas, las ideologías comunes y, para algunos, en el aún frágil surgimiento, de un sentimiento de pertenencia al mismo planeta (Robertson, Beck).

2. La soberanía en la estructura del conocimiento. Establecida por los legistas medievales como el poder en última instancia, « el poder absoluto de una República » (Bodin), la soberanía constituye uno de los fundamentos de la teoría realista (Morgenthau), puesto que distingue al Estado como la unidad básica del escenario internacional. Al rechazar las relaciones de poder transnacionales que atraviesan las fronteras y unifican de manera desigual a las sociedades (Emmanuel, Wallerstein), la soberanía legitima la política de los Estados que apunta hacia una protección de la autonomía cultural. Esta se encuentra actualmente quebrantada por la globalización (Laroche, Bohas).

Análisis

El movimiento de la excepción cultural se fundamenta sobre una reivindicación de orden cultural, político y económico. Primero, apunta a salvaguardar las identidades de cada pueblo, de frente a las conmociones que ocasiona la compresión del mundo. Resulta imperativo que los valores y las normas individuales sean conservados. Simultáneamente, una gran cantidad de países consideran que la conservación de la identidad implica el sostenimiento de un centro de creación, tanto en las bellas artes, la literatura, como en lo audiovisual. No obstante, en caso de liberalización del comercio, este se encontraría aún más amenazado por la supremacía en capital de Hollywood. En segundo lugar, sobre el plano político, como lo expresaba en plena negociación de la Ronda de Uruguay (Gdansk, noviembre de 1993), el presidente francés en esa época, François Mitterrand: « lo que se encuentra en juego, es la identidad cultural de nuestras naciones, es el derecho para cada pueblo a tener su propia cultura ». Finalmente, los sectores de la imagen y sus derivados constituyen vectores de las economías mundiales materializadas e ideológicas. Dicho de otra manera, estos ejercen un dominio de tipo civilizacional, al moldear las formas de vida de los individuos.

¿Sin embargo, esta única excepción sigue siendo suficiente para preservar la cohesión de las comunidades imaginadas? En efecto, si la norma permite a algunas secciones nacionales sobrevivir, no favorece para nada el auge de la diversidad. Debemos constatar que una cantidad creciente de obras nacionales se encuentran desprovistas de público, mientras que los profesionales tienen dificultades para financiarlas. Contrariamente, los únicos contenidos difundidos por toda Europa son aquellos de las majors hollywoodenses, cuyos imaginarios siguen siendo altamente valorizados ahí. En consecuencia, estos constituyen los únicos denominadores comunes en el Viejo Continente. ¿No habría que mejor fomentar más la circulación intra-europea de los largometrajes en las salas de proyección y la televisión?

Ciertamente, como lo sacaron a la luz los pensadores posmodernos, lo cultural impregna a la sociedad de consumo a través de imaginarios y simbologías colectivas, que provienen de los estudios de cine norteamericanos. Por otro lado, las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, cruciales para la difusión de los saberes, se encuentran dominadas por los productos e innovaciones californianas, que reflejan esquemas de pensamiento y conceptos situados ideológicamente, pero con la pretensión de ser universales. ¿Frente a estas condiciones habría que limitarse solamente a las películas para mantener la autonomía de las capacidades de producción y distribución? Siendo que los regímenes desadaptados de cuotas y las restricciones fronterizas condenarían a las economías europeas al declive y la marginalización; estas áreas constituyen por igual terrenos en los cuales las iniciativas de la Unión Europea, basadas en las grandes compañías, los centros de investigación y las colectividades territoriales, cuentan con un amplio espacio de desarrollo y aplicación. Subrayemos que la diversidad cultural no puede concebirse únicamente en la esfera audiovisual. También debe resultar de un marco político, social y económico de tipo multipolar, en el cual los países emergentes y desarrollados formarían parte, gracias a su difusión, en la definición de los conocimientos mundiales.

Parece ser que la excepción cultural al libre comercio se establece finalmente como un principio igual de fundamental como lo es de insuficiente, para mantener la diversidad cultural, puesto que los bienes culturales dependen de sectores diversos en los cuales los operarios ya perdieron el control.

Referencias

Arrighi Emmanuel, L’Échange inégal, Paris, Maspéro, 1969.
Bauer Anne, « Libre-échange : l’exception culturelle sauvegardée », Les Échos, 15 juin 2013.
Beck Ulrich, Cosmopolitan Vision, Cambridge, Polity Press, 2006.
Laroche Josepha, Bohas Alexandre, Canal+ et les majors américaines. Une vision désenchantée du cinema-monde, 2e éd., Paris, L’Harmattan, 2008.
Morgenthau Hans, Politics Among Nations. The Struggle for Power and Peace, New York, McGraw-Hill, 1948.
Robertson Roland, Globalization : Social Theory and Global Culture, London, Sage, 1992.
Smith Anthony, Nations and Nationalism in a Global Era, Cambridge, Polity Press, 1995.
Wallerstein Immanuel, Comprendre le monde. Introduction à l’analyse des systèmes-monde, Paris, La Découverte, 2006.