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PAC 48 – De la guerra justa a la justa paz La muerte de Muamar Gadafi, el 20 de octubre de 2011

Por Jean Jacques Roche

Traducción: Daniel Del Castillo

Passage au crible n°48

El Consejo Nacional de Transición (CNT) anunció que el antiguo dirigente libio Muamar Gadafi, quien fuera asesinado el 20 de octubre de 2011, fue enterrado este martes en un lugar secreto, en algún lugar del desierto libio. Su hijo Mutasim fue sepultado durante la misma ceremonia.

Contexto histórico
Marco teórico
Análisis
Referencias

Contexto histórico

Si bien acaba de recibir el premio Sakharov, el movimiento de la Primavera Árabe no es solamente el resultado de unas manifestaciones pacíficas. Desde luego, este fue el caso en Túnez y Egipto, dónde el poder cedió a la presión ejercida desde las calles. Pero el uso de la fuerza fue necesario para liberar a Libia de una tiranía de cuarenta de años de antigüedad.

Estas rebeliones adquieren una nueva dimensión cuando la represión desproporcionada conlleva a una intervención, en nombre de la responsabilidad de proteger. Otrora puesto en marcha por algunas ONG, el deber de injerencia debe apoyarse, a partir de ahora, en las fuerzas armadas que – en nombre de causas justas – entablan nuevas guerras justas, sin poder acabarlas después ya que no se previó lo que podría ser una justa paz.

Marco teórico

La cuestión no es nueva y alimentó agrios debates desde Cicerón y Santo Tomás de Aquino. La contienda entre realistas y liberales vuelve a examinar, hoy en día, en el área de las teorías de Relaciones Internacionales, una argumentación clásica que recoge dos planteamientos fundamentales:

1. Los realistas toman partido a favor de los opositores al tiranicida por dos razones. Para empezar, el realismo nos recuerda que Los Seis Libros de la República de Bodino fueron publicados cuatros años después de la masacre de San Bartolomé. Recalcan, además, que el actor estatal sigue siendo la principal herramienta de pacificación de una sociedad civil violenta por naturaleza. Cuando a la violencia de la tiranía se le suman factores de división política interna, entonces se encuentran reunidos todos los riesgos de implosión del país ya que solo el Estado es capaz « de evitar que la animosidad explote en pasión pura y brutalidad sin restricción », retomado la expresión de Aron. En segundo lugar, no es deber de los Estados tener injerencia en los asuntos de ninguno de los otros Estados. Al contrario, la paz y la seguridad internacionales se encuentran condicionadas, según la Carta de las Naciones Unidas, por el desarrollo de relaciones amistosas y pacíficas entre sus miembros, basadas en la no-injerencia. El llamamiento a este imperativo en la reciente Carta de la ASEAN de 2007, es prueba fehaciente de la vigencia de esta regla.
2. En cuanto a los liberales, ellos defienden en principio el derecho necesario a la vigilancia de los asuntos internos de otros Estados, por dos motivos diferentes. Por una parte, el tirano dejó de ser el representante legal de los ciudadanos, cuyo mandato él mismo desvió. Eliminar al déspota no denota lo mismo que cometer un perjuicio contra el pacto social, ya que éste último es anterior al pacto político. En otros términos, las fuentes reales del derecho existen naturalmente en el centro de las estructuras sociales (familias, clanes, tribus, etc.) y preceden el surgimiento del poder público: el dictador no puede entonces mostrarse como un protector de esta única fuente de derecho. Por otro lado, los liberales convienen sobre el principio de la responsabilidad de proteger, que incumbe a todos los actores, cuando la soberanía se presenta defectuosa en el cumplimiento de esta misión. Los liberales consideran que la soberanía es condicional – los poderes creados se encuentran condicionados por su capacidad de protección a los ciudadanos; quienes retoman sus derechos naturales a hacer justicia, si el Estado no satisface su misión. Preconizan entonces la emancipación de la sociedad civil, frente a la tutela estatal. En especial, cuando la tutela estatal es opresiva, o simplemente cuando se muestra inasequible para responder a los desafíos transnacionales que la sobrepasan.

Análisis

La irrupción de las sociedades civiles en la arena internacional trastorna los análisis clásicos e impone la necesidad de replantear los mecanismos de pacificación internacional, en el marco de conflictos infra-estatales, que actualmente son internacionales. Mientras ciertos Estados buscan intervenir en nombre de la guerra justa, ninguno ha previsto el fracaso de esas operaciones, ni ha favorecido una reflexión sobre la justa paz.

El desmantelamiento de los Estados autoritarios, que hasta ahora imponían una unidad aparente y otorgaban una débil credibilidad a las estructuras políticas importadas, hace ilusoria la instauración rápida del Estado de Derecho; promesa realizada por los emprendedores de la ocupación. A pesar de que es posible organizar elecciones rápidamente, la polarización alrededor de las comunidades étnicas y religiosas consagra, en el mejor de los casos, al grupo más poderoso, en detrimento de las minorías, quienes estarán prestas a cuestionar los resultados de las urnas. En una situación de conflicto civil abierto y/o latente, organizar elecciones generales no es garantía alguna de pacificación. Incluso, puede suceder que la perspectiva de una consulta electoral sea el detonador de nuevos enfrentamientos, como fue el caso en el Congo (Brazzaville, 1997). Además, a pesar que los observadores internacionales estén de acuerdo con atribuir un satisfecit global al proceso electoral, infunde temor que los nuevos dirigentes – demasiado inexpertos después de haber sido apartados del poder durante décadas – se remitan abiertamente a las fuerzas exteriores; o cedan a la tentación de la corrupción. En los dos panoramas, los oponentes encontrarán una buena oportunidad para denunciar la dominación extranjera y la venalidad de los nuevos dirigentes, con el fin de justificar la reanudación de los combates. Si sucede como en el caso iraquí, dónde las estructuras arcaicas del poder – el partido único y las fuerzas armadas – fueron desmanteladas, los insurgentes podrán abastecerse a gusto en estos arsenales mal asegurados por las fuerzas de ocupación. Asimismo, podrán capacitarse con antiguos militares para desafiarlas, utilizando los métodos de las guerrillas. Este tipo de combates indisponen a las fuerzas de ocupación, mientras que todas las tentativas para adaptarlas a las guerras revolucionarias, conflictos de baja intensidad, intercambios asimétricos y contra-insurgencia, se han topado contra las obligaciones jurídicas. Al mismo tiempo, sus adversarios aprovechan el pretexto de la inferioridad, tanto en cantidad de efectivos como en material, para ignorar estas reglas. De hecho, todavía es igual de difícil atacar al guerrillero de Mao que « se mueve en medio de la población como un pez en el agua », como destruir los depósitos de armas almacenados bajo una escuela, o eliminar un cuartel general instalado en el techo de un hospital. La guía interpretativa del CICR de 2009, haciendo referencia a la participación directa en las hostilidades, se presenta inadecuada tanto para eliminar la posible amenaza representada por un talibán que cultiva tranquilamente sus tierras nueve meses al año, como para neutralizar a un hacker que pudo intervenir los sistemas de observación y comunicaciones a miles de kilómetros de distancia.

La fragilidad de las nuevas estructuras políticas importadas, la corrupción, la diseminación de armamentos, la capacidad para vulnerar determinadas minorías constituyen todos factores que transforman radicalmente la salida a la crisis política. De hecho, la salida se asemeja a una prueba de fuerza impuesta por los vencidos a aquellos que habían creído obtener una victoria fácil, por llevar a cabo una guerra justa. No obstante, se muestran incapaces de negociar una justa paz que permitiera salir de este punto muerto en las negociaciones.

Referencias

Allan Pierre, Keller Alexis, What is Just Peace, Oxford, Oxford University Press, 2006.
Badie Bertrand, Un Monde sans Souveraineté, les Etats entre Ruse et Responsabilité, Fayard, 1999.
Commission Internationale de l’Intervention et de la souveraineté, 2001, http://www.iciss.ca
Kaldor Mary, Global Civil Society: An Answer to War, Wiley-Blackwell, 2003.